En 2010, por su parte, Rachel Botsman, con su libro What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative -que todavía no está traducido al español- lideró el concepto de la filosofía del consumo colaborativo en la actualidad.
Para Botsman, la economía colaborativa no es una moda pasajera, sino que se ha convertido en una fuerza cultural y económica que ha cambiado no sólo lo que consumimos sino la forma en que lo hacemos.
De forma general, internet ha sido la estructura sobre la que se ha construido esta nueva forma de intercambio de bienes y servicios entre particulares, y que tantas consecuencias inesperadas (o no) está teniendo.
El consumo colaborativo o economía colaborativa se define como una interacción entre dos o más sujetos, a través de medios digitalizados o no, que satisface una necesidad (no necesariamente real), a una o más personas.
Las plataformas digitales establecen un marco, donde los usuarios pueden interactuar entre ellos y/o con la misma plataforma. Los usuarios seleccionan el rol que desean en cada momento,o varios roles simultáneamente (por ejemplo: vendedor y comprador) es un sistema abierto y dinámico. Normalmente, existe un sistema de evaluación entre usuarios, mediante el cual, adquieren una reputación, y con ella, la confianza necesaria para seguir llevando a cabo la actividad que deseen.
Cuanto mayor sea el número de usuarios, que exista en la plataforma digital, más valor tendrá la misma, los usuarios tendrán más posibilidades de elección y/o desarrollo, serán mejor evaluados, y la confianza estará más contrastada.
Aunque hoy todavía se encuentran opositores a esta manera de intercambio económico, ya sea por la falta de regulación jurídica como por el acceso a la tecnología y la confianza entre sus participantes.