Saber en qué gastar no es solo cuestión de números, sino de valores. Una persona con buenos ingresos puede vivir al límite porque no sabe priorizar. En cambio, quien tiene claridad en sus objetivos financieros vive con más paz, incluso con menos dinero.
Priorizar no es privarte, es elegir. El primer paso es cubrir lo esencial: vivienda, comida, salud, transporte. Luego, asegúrate de ahorrar y pagar deudas. El resto puedes distribuirlo según lo que más valoras: tiempo con familia, formación, viajes, o incluso lujos ocasionales.
Una estrategia efectiva es usar el método 50-30-20: 50% necesidades, 30% deseos, 20% ahorro/deuda. Pero más allá del porcentaje, lo importante es que el gasto refleje tus verdaderas prioridades, no impulsos o presiones externas.
Otra técnica útil es revisar tus gastos mensuales y clasificarlos: ¿esto me aporta valor o solo es hábito? Así puedes reasignar recursos a lo que realmente importa.
No se trata de gastar menos, sino de gastar mejor. Tus gastos deben reflejar tus valores y tus metas, no el algoritmo de consumo que te rodea.