En la búsqueda de convertir nuestras intenciones en acciones concretas, muchas veces nos encontramos con obstáculos que parecen dificultar el camino hacia nuestros objetivos. ¿Cómo podemos hacer que lo que planeamos se traduzca efectivamente en acciones tangibles y coherentes con nuestras intenciones?

Aquí es donde entran en juego las ciencias del comportamiento, un campo multidisciplinario que estudia cómo las personas piensan, sienten y actúan en diferentes situaciones. Uno de los grandes aprendizajes de las ciencias del comportamiento es que a pesar de estar motivados por las mejores intenciones, frecuentemente esas intenciones no se traducen en comportamientos.

Pensemos, por ejemplo, en los propósitos de fin de año que todos alguna vez hicimos, como: “hacer ejercicio 30 minutos al día, cuatro veces por semana.” Sin embargo, llegamos a casi mitad del año y nos damos cuenta de que no se ha cumplido la meta que nos propusimos. La mayoría de las personas hemos experimentado un ciclo similar: establecer una intención y no cumplirla.

Esto es lo que en las ciencias del comportamiento llamamos el “intention-action gap”, o en español,  la brecha entre las intenciones y las acciones. Esta brecha intención-acción, ocurre cuando los valores, actitudes o intenciones de uno no coinciden con sus acciones. 

Hay una investigación que recopila los hallazgos de más de 400 estudios, y muestra que si bien existe una correlación entre las acciones y las intenciones, esta es apenas de 50%.

Si bien solemos culpar al autocontrol o a la falta de disciplina, un elemento que pasa desapercibido y que influye bastante en nuestras acciones es el entorno. Las personas están expuestas a tomar muchas decisiones en entornos muy complejos; llenos de estímulos, y que compiten permanentemente entre sí por nuestra atención. 

Y para sortear estos entornos complejos, recurrimos de manera inconsciente y automática a una serie de atajos mentales, que pueden convertirse en “sesgos cognitivos”.  Estos atajos nos facilitan la mayoría de nuestras decisiones día tras día. Sin embargo, también pueden llevarnos a cometer errores y decidir, por ejemplo, quedarnos en casa a ver una película en lugar de cumplir con los 30 minutos de ejercicio que nos propusimos hacer. 

El entorno que nos rodea, en ese sentido, es clave para redirigir nuestros comportamientos y decisiones hacia nuestros objetivos. Por ejemplo, si queremos cumplir con ejercitarnos 30 minutos al día, podemos comprometernos con un amigo para que sea más difícil saltarnos la sesión, o elegir un aamstudiolibro que nos guste para escuchar mientras hacemos ejercicio.  

Las ciencias del comportamiento nos proporcionan una comprensión profunda de los factores que influyen en nuestras acciones, desde nuestras creencias y valores hasta el contexto en el que nos desenvolvemos. A través de investigaciones en psicología, sociología, economía conductual y otras disciplinas, podemos identificar patrones de comportamiento, sesgos cognitivos y motivaciones subyacentes que pueden afectar nuestra capacidad para llevar a cabo nuestras intenciones.

Y todo esto, trasladado a aspectos como el ahorro y buen manejo de las finanzas, también tiene un impacto en nuestro bienestar financiero. Las investigaciones realizadas por el Common Cents Lab, en colaboración con organismos financieros y plataformas fintech, muestran que se puede modificar un comportamiento financiero a través del rediseño o mejora de los servicios y productos financieros aplicando las ciencias del comportamiento.

El principal y más importante aprendizaje de las ciencias del comportamiento es que el contexto en el que tomamos decisiones influye, y mucho, en cómo nos comportamos , incluso más que nuestras propias intenciones y objetivos.